Zapatos rotos...
By Marisa E Furno
De joven siempre gaste mucho dinero en
diferentes cosas, las que algunas veces, ya en casa, consideraba eran
absolutamente innecesarias. Pero no sé porque razón, cada vez que tenía alguna reunión
especial, no tenía suficientes medias de nylon, ni zapatos apropiados ( tampoco
tiempo para ir a comprarlos).
Tenía yo unos 20 anos, y unos 40 kilos menos,
cuando estaba de novia con Alejandro, my futuro marido. El trabajaba en una compañía petrolera en
el microcentro de Buenos Aires, y yo al otro lado de la Capital, San Cristóbal,
una compañía de cristales para autos de conocida trayectoria.
Como la compañía donde trabajaba Alejandro
hacia un coctel a las 7 de la tarde en el Jockey Club, y quedaba más cerca de
su trabajo que del mío, combinamos que yo pasaría por el e iríamos juntos.
La cosa es que esa mañana, después de bañarme, recordé
el coctel, y elegí mi ropa, pero la combinación era con zapatos negros, y yo
solo tenía un par... y estaban agujereados! al igual que las medias negras, que
estaban bastante corridas en la punta de los dedos.
Como no tenía más tiempo que ese, me puse las
medias, doblando la punta de ellas abajo del pie, cosa que no se viera la
corrida. Y me calce los zapatos, que mientras los tuviera en el piso, nadie se daría cuenta que los dos estaban agujereados.
Termina mi día de trabajo, y corriendo como
casi siempre, salgo a tomar el colectivo, que combinado con otro colectivo, me dejaría
cerca de la oficina de Alejandro.
Tanta mala suerte tuve en el trayecto y desafiando
al servicio meteorológico, empezó a llover.
Entre tanta corrida, no me había percatado de cuanto
esto me iba a afectar, hasta que note, que la entonces media corrida y oculta
debajo de mi pie, se empezó a salir de su lugar y empapada por arriba por la
lluvia, y por debajo por el agua que entraba por el agujero del zapato, se
transformo en un agua oscura, que se movía al compas de mi caminar, creciendo y
creciendo hasta cubrir todo el empeine.
Cuando finalmente llego a la oficina de mi
novio, voy al baño y me arreglo la bendita media, pero los zapatos quedaron igual,
irremediablemente mojados, hinchados, desteñidos.
El estaba ocupado, por lo que vino Victoria, mi
archienemiga potencial intento de novia de Alejandro, que trabajaba con él en
la misma compañía, y que además era linda, inteligente, tenia familia acaudalada y vivía en zona
Norte.
Alejandro siempre me hablaba de ella, Vicky
para él.
Vicky usa esta marca de ropa, Vicky va a este
restaurant, Vicky quiere que vayamos a bailar los tres (¿?) Vicky dice esto,
Vicky dice lo otro. Pasados los años hasta intento nombrar en su honor, a
nuestras hembras en la familia: perra, gata, hija…
Obviamente siempre me
opuse, y por supuesto él lo acepto.
Cuando la vi, no tenía un espejo enfrente, pero
imagino mi cara. Lo único que me faltaba era que ella me viera a mi - vistosa,
cuasi inteligente, de familia pobre y de zona Sur- en este estado deplorable.
Pero la vida tiene esas cosas, cuando uno más
necesita desaparecer, es cuando más expuesto queda.
Se acerco y me miro haciéndose la simpática, me
dijo que esperara a Alejandro ahí, que no tardaba en llegar, y se fue. Al rato volvió,
se sentó enfrente mío, y no sé qué cosas me pregunto, como intentando una conversación.
Yo estaba en blanco, no recuerdo ni una palabra de esa charla, solo pensaba en
mis zapatos.
Me sentía tan miserable comparada con ella que lo tenía todo,
hasta medias y zapatos impecables.
Solo me
quedo en el recuerdo un comentario de ella, que a pesar de haber cumplido las
bodas de plata, siguen intactos en mis memorias:
Marisa, que lindos zapatos que tenes!!
Sin palabras.
A pesar de que ya lo supere, nunca me olvide. Después de ese encuentro,
Alejandro y yo nos casamos y nunca más supimos de ella ( o por lo menos eso creí!!)
Esto me deja en claro una cosa ( y a Vicky tambien!), no creas que el
agujero no está si no se ve!!!
Reportando desde California
Marisa a secas.