1999. Tres generaciones de mamas: Mi abuela maria, mi mama Eva y yo, con Fiamma en brazos, en su bautismo |
Día de la madre, siempre una excusa para mimar
a mama…
Por Marisa E Furno
Cada año, mis hermanas y yo, nos reuníamos para
planear el regalo del día de la madre, que en Argentina se festeja el 3er.
domingo de octubre.
Como cada una ya tenía su propio trabajo, estudio
contable para mi, zapatería para Adriana, mi hermana mayor, y peluquería para
Patricia, mi hermana menor, era de esperarse que no hubiese ningún inconveniente
en comprar un regalo.
Pues nada que ver, ya que ese tipo de trabajos son
aun hoy más para aprender que para ganar
dinero. Teníamos entre 15 y 18 años, por
lo que nuestras finanzas eran de papel.
Durante la reunión, sabíamos con certeza que
era lo que debíamos regalarle, de eso no había ninguna duda: El ultimo casete
de JAIRO! A mi mama le encantaba, y justo había salido su último trabajo. Era “el regalo”.
Pero también estuvimos todas de acuerdo, en que
no teníamos ni un peso, y había que conseguir el dinero urgente para el próximo domingo, o había que cambiar
de plan, siempre podrían ser bienvenidas
unas flores del jardín , una carta firmada por las tres, o en su defecto
nuestra hermosa compañía!!
Preocupada por la situación, y teniendo la
ventaja de trabajar cerca de Capital, para ser más precisa de la calle Libertad, una
calle donde cuadra tras cuadra, se advierten todas las tiendas de compra venta
de oro, joyerías, relojerías, etc. (quien conoce Buenos Aires, sabe cuál es),
no hacía otra cosa que caminar dentro de la multitud, mirando para abajo (quizá
para no tropezar con alguna baldosa floja).
En eso veo algo que brilla, al lado del cordón
de la calle. Incrédula, lo levante, mirando para los lados, a ver si alguien me
observaba. Obviamente era tanta gente la que caminaba por ahí todo el día que
era imposible que alguien me viese.
Rápidamente lo miro como si se me hubiese caído
a mí y confirmo que lo que brillaba y
llamo mi atención era un aro tipo español, de esos gruesos y pesados, de oro
amarillo. Me lo meto en el bolsillo y casi sin poder respirar de la emoción,
busco un negocio donde venderlo.
Pensaba que era rica. Ahora íbamos a poder
comprarle el regalo a mama, el que quisiéramos! La felicidad me duro poco,
cuando el empleado mira el aro, y lo sumerge en un liquido, para constatar la
calidad del oro, me dice que es 14 kilates...
Me da 10 pesos, el equivalente a lo que valía
el cassette de Jairo!!
Sentimientos encontrados, por un lado la impotencia de
no poder hacer nada con respecto a la estafa del comerciante, que viendo
claramente la situación ( que tenia 17 anos, que me había encontrado el aro y
que necesitaba el dinero) se aprovechaba de ella. Y por otro lado la alegría de contar con el
dinero para finalmente comprarle el regalo a mi mama.
Sin dudarlo acepte la oferta y me fui directamente
a la disquería a comprar el cassette. Cuando les conté a mis hermanas, no podían
creer la suerte que tuve. Final feliz.
Pero esa no fue la única vez que encontré algo
justo cuando más lo necesitaba. Era el cumpleaños de mi mama, y la misma situación
se repetía. Pero esta vez no tuve que venderlo…era un reloj pulsera, plateado,
de dama, pequeño, con la cadena de seguridad rota (motivo por el cual estaba en
el piso, imagino yo) Lo loco es que nadie lo haya visto antes que yo, pero ese
fue el regalo en esa ocasión.
Y la ultima, pero esta fue al revés. Ya habiéndonos
reunido con mis hermanas habíamos decidido comprarle unos bombones en Lyon D’or,
una confitería de primer nivel que esta ( esta todavía??) en la Avenida
Corrientes. Salí corriendo del estudio contable y fui a comprar los bombones.
Me pase como media hora eligiéndolos, calidad y variedad es su prioridad. Me decidí
por una caja preciosa, roja con mono de terciopelo bordo.
Tomo el colectivo de vuelta para casa, donde me
esperaban mis hermanas junto con mi mama para festejar juntas su cumpleaños.
Cuando bajo del colectivo y entro a la casa, mis hermanas me miran como diciéndome:
Y el regalo? Y ahí me quería morir, lo había dejado en el ultimo asiento del
colectivo, y me había olvidado por completo de el!!
Mis hermanas mucho no me creyeron, porque esta
vez sí habíamos juntado el dinero con anterioridad, así que confiaron en mi
honestidad, pero la que si perdió fue mi mama, que esa vez se quedo sin regalo!
Agradeciendo y citando la famosa frase de Luisita
Albinoni, en su tan recordado personaje en la peluquería de Don Mateo ( Jorge
Porcel) “Yo miro para abajo para no mirar a los hombres a los ojos…” A mí me dio resultado… dos veces!!!
Esto es para que vean que a veces uno como hijo
tiene la intención pero por esos
caprichos del destino, no lo puede concretar. Así que recibamos con alegría lo que sea que
nuestros hijos nos ofrezcan porque seguramente ellos se habrán reunido para pensar
en ello y quiza no tengan dinero, o quizá lo
hayan comprado y se lo olvidaron en el asiento trasero de un colectivo.
Con mucho amor para mi mama y para todas las mamas del
mundo… Feliz día!!!!
Desde California, Marisa a secas
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